En efecto, desde su primera presidencia iniciada en 1916- que no estuvo exenta de
complicaciones socioeconómicas -Hipólito Yrigoyen fue logrando una mejoría económica sobre
todo en los sectores populares que aumentaría durante la gestión de su sucesor el también radical
Marcelo T. de Alvear. En cuanto a la distribución del ingreso, la participación de los asalariados en
el ingreso nacional en 1928 era un 50% mayor que la de 1920(Gerchunoff, Pablo “El eslabón
perdido”, editorial Edhasa, 2016). Tuvieron gran impacto social las medidas económicas del
radicalismo gobernante: creación de empleo, mejora de las condiciones de vida de los sectores
populares. Esa mejoría amplió sensiblemente la simpatía popular hacia el radicalismo que en
términos de clase avanzó desde la clase media hacia obtener un creciente apoyo de los
trabajadores y la clase obrera.
Sin embargo desde 1924 la UCR está dividida en personalistas partidarios de Yrigoyen y
antipersonalistas cada vez más enemigos de aquel, al punto de concretar en 1927 un Frente Único
con todas las fracciones conservadoras y una escisión del socialismo (Partido Socialista
Independiente) para presentar una fórmula común integrada por dos radicales: Leopoldo Melo y
Vicente Gallo para impedir el regreso de Yrigoyen al poder.
En ese contexto, se desarrolla la campaña electoral en los primeros meses de 1928, en los
que aún Yrigoyen que tiene 76 años no se decide a ser candidato, pero obtiene importantes
adhesiones públicas no sólo partidarias sino del mundo cultural como el Comité de Jóvenes
Intelectuales presidido por Jorge Luis Borges e integrado por Leopoldo Marechal, Raúl y Enrique
González Tuñon y Macedonio Fernández entre otros. Los mayores compositores de tango de la
época le dedican piezas, Enrique P. Maroni “Hipólito Yrigoyen” que graba Ignacio Corsini; Alfredo
Gobbi “Otra vez el viejo” granada por la orquesta de Francisco Canaro y la voz de Charlo y
“Nuestro Hombre” de Roberto Torres y Anselmo Aietta. Por su parte el Yrigoyenismo recurre a una
moderna herramienta como el cinematógrafo por primera vez utilizada con fines proselitistas en
campaña electoral con la película “La obra del gobierno radical 1916-1922”, realizada por el
cineasta italiano Federico Valle que se exhibe gratuitamente con gran suceso.
Así, faltando pocos días para el comicio del 1 de abril la Convención Nacional de la UCR se
reúne y consagra por aclamación la candidatura presidencial del viejo caudillo acompañado en la
fórmula por Francisco Beiro. A diferencia de lo ocurrido en 1916,Yrigoyen no resigna la postulación
sino que la acepta enseguida y de buen grado. Está convencido que sólo su regreso al gobierno de
la República reencauzará al radicalismo (que fuera de él no logró producir un liderazgo fuerte
capaz de concitar a la mayoría del pueblo) y concretara su “política reparadora” pendiente, en
especial su firme determinación de impulsar la nacionalización del petróleo.
A pesar de la dura campaña opositora y a la división radical Yrigoyen fue reelegido con
más de 840 mil votos que representaban el 57,4 % de los votos. La cantidad de sufragios
prácticamente doblaba la obtenida por sus contrincantes. Fue la mayor diferencia electoral
obtenida por el radicalismo desde su creación y aún después a través de su larga historia ningún
presidente radical obtuvo aquel abrumador resultado. Se habló entonces del plebiscito. Yrigoyen
sintió que se le había conferido un mandato extraordinario (Gasio, Guillermo “Yrigoyen. El
mandato extraordinario. Editorial Corregidor. 2005).
Sin embargo, Hipólito Yrigoyen que ya debió afrontar un escenario complejo en su
primera presidencia como consecuencia de la Guerra Mundial, asumió el 12 de octubre varios
meses después de su abrumadora victoria electoral debió gobernar nuevamente en uno de los
períodos más complejos de la historia argentina. Para entonces los precios de las materias primas
agropecuarias empezaban a flaquear y los capitales iniciaron un proceso de emigración. La crisis
mundial, iniciada a raíz del crack bursátil de 1929 también afectó gravemente a nuestro país. Los
efectos de la crisis fueron graves, se produjo el colapso del sector agroexportador, el gobierno
debió endeudarse, hubo desempleo y recesión económica.
Socialmente el gobierno de Yrigoyen perdió apoyos internos, e incluso dentro de su
propias filas. Una férrea campaña sicólogica de diarios opositores hizo lo suyo.
Así los golpistas –principalmente, los sectores conservadores y militares- encontraron un buen
sustento para la primera conspiración militar y civil que tenía como objetivo interrumpir la
vigencia del orden constitucional derrocando al presidente Yrigoyen.
A la habitual postura espiritualista de Yrigoyen basado en sus principios filosóficos de
inspiración krausiana, los más duros opositores contestaron inspirados por aquel discurso de
Leopoldo Lugones de 1924, descreído de la democracia, “La hora de la espada” que se traduce en
la denostación de la democracia política y la elección de la fuerza militar, el orden y la sumisión a
una idea patriótica: "…pacifismo, colectivismo, democracia, son sinónimos de la misma vacante
que el destino ofrece al jefe predestinado. Considero mejor a los militares que a los políticos”.
Aquella visión marcó la tónica de la segunda mitad del siglo XX en la República Argentina: el primer
golpe de Estado y el protagonismo de los militares en la escena política en detrimento del orden
constitucional y el Estado de derecho.
Diego Barovero