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Instituto Nacional Yrigoyeneano

Yrigoyen Plebiscitado

A pesar de la dura campaña opositora y a la división radical Yrigoyen fue  reelegido con más de 840 mil votos que representaban el 57,4 % de los votos.

1928 es el último año de prosperidad económica y social de los la brillante década de los años locos, abarcada íntegramente por presidencias radicales.

En efecto, desde su primera presidencia iniciada en 1916- que no estuvo exenta de complicaciones socioeconómicas -Hipólito Yrigoyen fue logrando una mejoría económica sobre todo en los sectores populares que aumentaría durante la gestión de su sucesor el también radical Marcelo T. de Alvear. En cuanto a la distribución del ingreso, la participación de los asalariados en el ingreso nacional en 1928 era un 50% mayor que la de 1920(Gerchunoff, Pablo “El eslabón perdido”, editorial Edhasa, 2016). Tuvieron gran impacto social las medidas económicas del radicalismo gobernante: creación de empleo, mejora de las condiciones de vida de los sectores populares. Esa mejoría amplió sensiblemente la simpatía popular hacia el radicalismo que en términos de clase avanzó desde la clase media hacia obtener un creciente apoyo de los trabajadores y la clase obrera.

Sin embargo desde 1924 la UCR está dividida en personalistas partidarios de Yrigoyen y antipersonalistas cada vez más enemigos de aquel, al punto de concretar en 1927 un Frente Único con todas las fracciones conservadoras y una escisión del socialismo (Partido Socialista Independiente) para presentar una fórmula común integrada por dos radicales: Leopoldo Melo y Vicente Gallo para impedir el regreso de Yrigoyen al poder.

En ese contexto, se desarrolla la campaña electoral en los primeros meses de 1928, en los que aún Yrigoyen que tiene 76 años no se decide a ser candidato, pero obtiene importantes adhesiones públicas no sólo partidarias sino del mundo cultural como el Comité de Jóvenes Intelectuales presidido por Jorge Luis Borges e integrado por Leopoldo Marechal, Raúl y Enrique González Tuñon y Macedonio Fernández entre otros. Los mayores compositores de tango de la época le dedican piezas, Enrique P. Maroni “Hipólito Yrigoyen” que graba Ignacio Corsini; Alfredo Gobbi “Otra vez el viejo” granada por la orquesta de Francisco Canaro y la voz de Charlo y “Nuestro Hombre” de Roberto Torres y Anselmo Aietta. Por su parte el Yrigoyenismo recurre a una moderna herramienta como el cinematógrafo por primera vez utilizada con fines proselitistas en campaña electoral con la película “La obra del gobierno radical 1916-1922”, realizada por el cineasta italiano Federico Valle que se exhibe gratuitamente con gran suceso.

Así, faltando pocos días para el comicio del 1 de abril la Convención Nacional de la UCR se reúne y consagra por aclamación la candidatura presidencial del viejo caudillo acompañado en la fórmula por Francisco Beiro. A diferencia de lo ocurrido en 1916,Yrigoyen no resigna la postulación sino que la acepta enseguida y de buen grado. Está convencido que sólo su regreso al gobierno de la República reencauzará al radicalismo (que fuera de él no logró producir un liderazgo fuerte capaz de concitar a la mayoría del pueblo) y concretara su “política reparadora” pendiente, en especial su firme determinación de impulsar la nacionalización del petróleo.

A pesar de la dura campaña opositora y a la división radical Yrigoyen fue  reelegido con más de 840 mil votos que representaban el 57,4 % de los votos. La cantidad de sufragios prácticamente doblaba la obtenida por sus contrincantes. Fue la mayor diferencia electoral obtenida por el radicalismo desde su creación y aún después a través de su larga historia ningún presidente radical obtuvo aquel abrumador resultado. Se habló entonces del plebiscito. Yrigoyen sintió que se le había conferido un mandato extraordinario (Gasio, Guillermo “Yrigoyen. El mandato extraordinario. Editorial Corregidor. 2005).

Sin embargo, Hipólito Yrigoyen que ya debió afrontar un escenario complejo  en su primera presidencia como consecuencia de la Guerra Mundial, asumió el 12 de octubre varios meses después de su abrumadora victoria electoral debió gobernar nuevamente en uno de los períodos más complejos de la historia argentina. Para entonces  los precios de las materias primas agropecuarias empezaban a flaquear y los capitales iniciaron un proceso de emigración. La crisis mundial, iniciada a raíz del crack bursátil de 1929 también afectó gravemente a nuestro país. Los efectos de la crisis fueron graves, se produjo el colapso del sector agroexportador, el gobierno debió endeudarse, hubo desempleo y recesión económica.

Socialmente el gobierno de Yrigoyen perdió apoyos internos, e incluso dentro de su propias filas. Una férrea campaña sicólogica de diarios opositores hizo lo suyo.
Así los golpistas –principalmente, los sectores conservadores y militares- encontraron un buen sustento para la primera conspiración militar y civil que tenía como objetivo interrumpir la vigencia del orden constitucional derrocando al presidente Yrigoyen.

A la habitual postura espiritualista de Yrigoyen basado en sus principios filosóficos de inspiración krausiana, los más duros opositores contestaron inspirados por aquel discurso de Leopoldo Lugones de 1924, descreído de la democracia, “La hora de la espada” que se traduce en la denostación de la democracia política y la elección de la fuerza militar, el orden y la sumisión a una idea patriótica: "…pacifismo, colectivismo, democracia, son sinónimos de la misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado. Considero mejor a los militares que a los políticos”.

Aquella visión marcó la tónica de la segunda mitad del siglo XX en la República Argentina: el primer golpe de Estado y el protagonismo de los militares en la escena política en detrimento del orden constitucional y el Estado de derecho.

Por Diego Barovero
Presidente Instituto Nacional Yrigoyeneano