En Balvanera nació el 12 de julio de 1852. Era hijo de Martín Irigoyen Dodagaray y Marcelina Alen, que tuvieron además otros cuatro hijos, dos varones: Roque y Martín y dos mujeres Amalia y Marcelina. En él transcurrió la infancia y juventud de Hipólito, donde además dio sus primeros en las lides políticas del autonomismo junto a su tío Leandro Alem. Por su influencia, con apenas 20 años, fue nombrado comisario de esa seccional y en aquella barriada bravía, a la que inmortalizara Jorge Luis Borges a través de la mítica figura de Jacinto Chiclana, se fogueó el férreo carácter de aquél joven que había estudiado en el Colegio San José y que finalmente y pese a su endeble situación económica pudo completar sus estudios de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Ocupó bancas en la Legislatura de la provincia y en la Cámara de Diputados de la Nación sin mayor lucimiento. Consiguió horas cátedra de historia, filosofía e instrucción cívica en la Escuela Normal de Señoritas N° 1 y comenzó una incipiente actividad agroganadera como arrendatario en la pampa húmeda. Junto con Alem y otros prohombres fundaron primero la Unión Cívica y luego la Unión Cívica Radical. Participó y organizó revoluciones en reclamo del sufragio libre y la moralidad administrativa en los años 1890, 1893 y 1905.
A través de los años y por diversos motivos fue mudando de domicilio manteniéndose dentro de los límites de Balvanera. Una disputa con su padre lo llevó a abandonar el hogar familiar y mudarse junto a su tío en la calle Cuyo (hoy Sarmiento) 1752. Más luego junto a sus hermanos Roque y Martín fueron a vivir a Callao 150.
Yrigoyen tuvo una vida amorosa variable y objeto de polémica. Nunca contrajo matrimonio, aunque convivió con distintas mujeres y engendró hijos con varias de ellas. Con la criada de la casa familiar Antonia Pavón, hubo una hija: Elena, a la que la madre abandonó y que vivió con él hasta su muerte. Posteriormente mantuvo una larga relación con una joven de alta sociedad, Dominga Campos, que era reprobada por la familia de la dama. Con ella engendraron varios hijos, que fallecieron a corta edad, sobreviviendo dos: Eduardo y Sara. La prematura muerte de Dominga significó para los pequeños quedar al cuidado de la familia materna.
En los finales del siglo XIX Yrigoyen pasa a alquilar un piso alto en la calle Brasil 1039, a una cuadra de la Estación Constitución en el barrio del mismo nombre. Desde entonces y por ello la mitología popular ubica al Peludoen la Cueva de la calle Brasil. Allí transcurrió los años previos a llegar a la Presidencia de la República y una vez que ocupó la máxima magistratura del país, lejos de mudarse a un barrio más elegante o a una vivienda con mayores comodidades, Yrigoyen le solicitó a su locador que le hiciera una rebaja en el precio del alquiler ya que la función pública le impediría ocuparse de sus asuntos económicos privados con el consiguiente perjuicio patrimonial…otros tiempos, sin duda.
Pero ¿cómo llegó Yrigoyen a vivir al barrio de Constitución?
La respuesta al interrogante la encontramos al indagar en sus relaciones comerciales que,
fortuitamente derivarían en lo que fue el último de sus amoríos. Yrigoyen comenzó a frecuentar el barrio de Barracas cuando le arrendó a Eugenio Cambaceres, abogado, literato y bon-vivánt que incursionó también en política y ocupando un escaño del Congreso, un campo en el partido de General Alvear cercano a la Estación Micheo. Cambaceres había conocido en París a una joven nacida en Trieste el 11 de marzo de 1855 llamada Luisa Stefania Bacichi, con quien se casaron en 1881. Dos años después había nacido la única hija de ambos Rufina Eugenia Cambaceres, quien murió de un síncope en 1902 a los 19 años dando lugar a dramáticas y remanidas versiones luego de su sepelio. Pero volviendo a Cambaceres, este falleció en 1899, dejando viuda a la joven y hermosa Luisa quien, por una razón fortuita y aunque contaba con administradores de los cuantiosos bienes de su difunto esposo, conoció al respetado hombre de negocios, profesor y leader político que arrendaba el campo El Micheo, comenzando así una relación amorosa que finalizó recién a la muerte de la mujer.
El palacete que hacía las veces de casco de la quinta de don Eugenio Cambaceres ubicado al 269 de la avenida Montes de Oca (la Calle Larga) fue así mudo testigo de una relación que se prolongó por muchos años desde que enviudara Luisa y hasta su muerte y en la que, si bien no llegaron a convivir con Hipólito, su presencia en el domicilio se hizo permanente, aunque para guardar las formas tuvo el tino de alquilar el departamento de Brasil 1039 a escasas tres cuadras adonde regresaba a pernoctar luego de la cena.
Más de una vez al amparo de la noche, los jóvenes radicales colaboradores del caudillo lo esperaron en la intersección de Brasil y Buen Orden (hoy Bernardo de Irigoyen), continuación de la avenida Montes de Oca, hasta que veían a lo lejos recortarse la figura imponente de su jefe regresando a su domicilio a paso firme desde la quinta de Cambaceres, adonde había dejado a su amada con la que en 1897 hubieron un hijo, al que llamaron Luis Herman, quien con el tiempo se graduó como ingeniero agrónomo e ingresó a la carrera diplomática y que según el legajo del archivo de Cancillería desarrolló una brillante carrera en la representación exterior argentina.
Un 12 de julio de 1924, cuando Irigoyen había finalizado su primer período en la Presidencia de la Nación, se apagó la vida de Luisa Bacichi en la misma quinta de Barracas donde nació y se consolidó el amor que los unió. Yrigoyen siguió viviendo en la cueva de la calle Brasil, nunca más regresó a Barracas. En 1928 volvió a ser electo presidente y un golpe de Estado perpetrado el 6 de septiembre de 1930 lo derrocó, oportunidad en que la turba ingresó en el modesto departamento para saquear, destruir e incendiar todos los bienes que estaban en su interior. Tampoco regresaría a Constitución. Marchó detenido a la Isla Martín García y al regresar del presidio se alojó en un departamento de altos en la calle Sarmiento 944 donde murió el 3 de julio de 1933.
La única referencia de la historia de amor que unió a Luisa con Hipólito se encuentra elíptica en el testamento, donde da cuenta de sus bienes, dejando constancia la confianza que aquél le merecía por su correcto proceder en una sola frase al referirse al campo de general Alvear: “arrendado hace tiempo sin contrato al señor Hipólito Yrigoyen, quien me ha abonado hasta la fecha los arrendamientos”.
Puerta de entrada a la casa de Yrigoyen en Brasil 1039, Buenos Aires.
Fuente: Barovero, D. A. (2016). Radicalismo. Un siglo y cuarto de historia argentina (pp. 243 –246). Buenos Aires: Ed. Docencia.