Visto en perspectiva, a treinta y cinco años de la reconstrucción del Estado de derecho y la vigencia del sistema democrático y a diez años de la muerte de quien fuera su arquitecto y constructor, la tarea realizada fue ciclópea. La Argentina de 1983 contaba con todas las condiciones objetivas para que esa empresa -a priori utópica- terminara en un fracaso rotundo.
Sin embargo la empecinada y tozuda fe que animó el liderazgo de un descendiente de gallegos humildes y analfabetos que se había recibido de abogado gracias a la vigencia de los principios de la Reforma Universitaria, ya convertido en un importante dirigente político de la UCR que logró vencer por primera vez al peronismo hasta entonces mayoritario en elecciones libres y sin proscripciones, fue determinante para inspirar y encolumnar a una sociedad hastiada de violencia, intolerancia y autoritarismo hacia un proyecto democrático.
Fue Raúl Alfonsín el artífice y protagonista central de esa historia que nos permite estar viviendo hoy – a pesar de las vicisitudes propias de un mundo en constante mutación y conflicto – la vigencia de las instituciones, derechos y garantías de la democracia republicana constitucional.
Una de las más significativas conquistas de la democracia naciente fue precisamente la recuperación plena de la libertad de creación y de expresión, así como la eliminación de toda forma de censura previa y posterior que habían estado presentes a través de toda nuestra historia nacional.
El humor y la caricatura que nacieron casi con los albores la Patria fueron objeto de restricciones y represión, sirviendo muchas veces como último reducto y refugio de la libertad de expresión.
La alborozada explosión del retorno de la democracia abrió las compuertas de una vivificante libertad a un sinnúmero de expresiones creativas y artísticas de la sociedad argentina entre las que ocupó un lugar destacado el humor gráfico político. Grandes artistas – no ya dibujantes – pudieron dar rienda suelta a su ingenio y ocurrencia, favorecido por su notable oficio y habilidad manual.
Dr. Diego Barovero
Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano
Ilustración de Hermenegildo Sábat