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Instituto Nacional Yrigoyeneano

"Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos"

Palabras de Yrigoyen al inaugurarse las líneas telefónicas entre Argentina y Estados Unidos.

10 de abril de 1930:

Se inauguraba las líneas telefónicas entre Argentina y Estados Unidos. Dos o tres postergaciones del llamado que debía realizar Washington creó cierta expectativa en el público. Al fin se produce el circuito. Según el programa. Hoover e Yrigoyen pronunciarían las primeras palabras. Habla Hoover: “Utilizo –dice – uno de los grandes triunfos de la ciencia y el comercio por medio del cual ha llegado a ser una realidad la comunicación radiotelefónica a través de las grandes distancias…” Recuerda su visita al país y expresa su anhelo de que el mayor conocimiento recíproco deshaga las intangibles barreras que suelen separar a los pueblos que están físicamente muy alejados.

Se supone que estas inauguraciones oficiales son magníficas  oportunidades para no decir nada. Pero Yrigoyen quiere establecer claramente frente a la nueva maravilla mecánica y frente al representante de la civilización esencialmente pragmática y utilitaria, su afirmación en los bienes del espíritu por sobre todas las cosas. Empieza recordando la visita de Hoover en la que ambos –subraya significativamente- coincidieron sobre la forma en que deben solucionarse los conflictos internacionales; conviene en que el nuevo medio de comunicación ha de ser un factor más en la “expansibilidad comunicativa” de las dos naciones. Y solemnemente agrega:

“Pero que decirle, cada vez más acentuado mi convencimiento, que la uniformidad del pensar y sentir humanos no ha de afirmarse tanto en los adelantos de las ciencias exactas y positivas, sino en los conceptos que como inspiraciones celestiales deben constituir la realidad de la vida: puesto que cuando creímos que la humanidad estaba completamente asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal, que nada ni nadie podría referirla en toda su magnitud.” Expresa su anhelo de que después de catástrofe tal renazca “una vida más espiritual y sensitiva”. Y termina con estas palabras inmortales: “…reafirmando mis evangélicos credos de que los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos, y en común concierto reconstruir la labor de los siglos sobre la base de una cultura y una civilización más ideal, de más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia…”

El efecto de las palabras de Yrigoyen fue enorme. Hoover mismo, terminada la conferencia, volvió a llamar a Buenos Aires para significar la emoción que a él y a sus compañeros había producido la oración del presidente argentino. La Calle, diario radical, comentaba al día siguiente: “El doctor Yrigoyen ha rendido su aplauso al esfuerzo que une en la red telefónica la existencia de dos grandes pueblos: pero al mismo tiempo les ha recordado a los que quieren reducir el universo a un teorema mecánico, que el esfuerzo sin pensamiento es una energía sin destino ni trascendencia (…) que la grandeza de los pueblos sólo es efectiva cuando une a sus riquezas materiales su grandeza moral, sus sentimientos humanitarios, sus aspiraciones de hermandad y respeto”. Conceptos semejante vertía La Época en su editorial, titulado “Un mensaje para la humanidad”.

La Nación, por su parte, expresó que Yrigoyen había estado “fuera de tono”… La Prensa comentó la oración de Yrigoyen en forma irónica y despectiva: “...Es difícil averiguar cuáles son los credos del primer magistrado, desde que no los expresó jamás...”.

Fuente: Luna, F. (1999), Yrigoyen (pp. 294 - 295). Buenos Aires: Ed. Sudamericana.