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Instituto Nacional Yrigoyeneano

La Reforma Universitaria

Reforma Universitaria fue consecuencia de la realidad política y social de su tiempo, que tiene su punto de inicio en la por entonces vetusta Universidad cordobesa, último vestigio de la resistencia al cambio que los tiempos modernos y avances científicos y culturales exigían.

Como una reacción ante el atraso, los jóvenes universitarios constituyen a comienzos de 1918 el Comité Pro Reforma que decreta una huelga general estudiantil. El presidente Yrigoyen –que ve con buenos ojos la rebeldía juvenil- resuelve enviar la intervención a la alta casa de estudios el 11 de abril designando al reconocido jurista José Nicolás Matienzo. Ese mismo día se funda la Federación Universitaria Argentina (FUA) que desde entonces será protagonista de las mejores luchas cívicas.  

El interventor modifica los estatutos, democratiza la modalidad de elección y funcionamiento de las autoridades universitarias y convoca a elegir rector el 15 de junio. Una “trenza” de profesores del antiguo sistema denominada “Corda Frates” impone su candidato contrario a los estudiantes y al espíritu reformista dando lugar a que el conflicto escale y los acontecimientos se precipitan. Los jóvenes universitarios burlados convocan a una nueva huelga y el movimiento se extiende rápidamente por todo el país. El 21 de juniose da a conocer el “Manifiesto Liminar de la Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica”.  

Es cuando Hipólito Yrigoyen demuestra su firme y sincera consustanciación con el espíritu reformista, decretando una nueva intervención de la Casa de Trejo y designando interventor nada menos que a su propio ministro de Justicia y Educación José Santos Salinas, para consagrar el plan de reformas que merece la adhesión del estudiantado y la finalización del conflicto mediante la normalización universitaria bajo los nuevos principios reformistas.

No se comprende la Reforma Universitaria sino en el clima de época y el contexto democratizador que vivía la Argentina en aquel momento de su historia. Lo dice el propio Hipólito Yrigoyen: “la febril y apasionada participación de la juventud argentina, en el noble afán reconstructivo de la Reforma, que alarma a los retardatarios del progreso moral de la República. Pero la Reforma no es sino la realidad de la democracia universitaria, por ella misma consagrada como uno de sus postulados fundamentales. Es que la quietud de antes, que significa la muerte, ha sido reemplazada ahora por el movimiento, que es la vida”  (Discurso del Centenario de la Universidad de Buenos Aires, 12/08/1921).

En palabras de uno de sus principales ideólogos, Julio V. González, “la Reforma Universitaria es parte de una cuestión social, que el desarrollo material y moral de nuestra sociedad ha impuesto a raíz de la crisis producida por la guerra. La guerra europea, la revolución rusa y el advenimiento del radicalismo al poder en nuestro país, son las tresllaves que nos abren las puertas a la verdad” (Conferencia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 1923).

La Reforma Universitaria de cuyo inicio se cumple un siglo, fue una verdadera revolución cultural para sus tiempos, ya que cambió para siempre el paradigma de la enseñanza superior argentina y la matriz organizacional de las casas de altos estudios, no sólo en el país sino en el resto del continente y aún más, ya que en todavía cinco décadas más tarde el Mayo Francés recogerá  consignas del movimiento estudiantil cordobés.

Sus lineamientos básicos pueden sintetizarse en la democratización del gobierno universitario mediante la autonomía para gobernarse a si misma, el cogobierno en el que participan los tres claustros: docentes, estudiantes y graduados, la libertad y periodicidad de cátedras que garantiza la renovación y evita la feudalización, la extensión universitaria como vínculo con la realidad social y ponerla al servicio del país.

El movimiento tuvo vasta repercusión nacional, extendiéndose al resto de las universidades nacionales (Universidad de Buenos Aires y Universidad de La Plata) y las provinciales (Universidad de Santa Fe y Universidad de Tucumán), pero también alcanzó proyección continental. Jóvenes líderes de otras naciones americanas hermanas que se inspiraron en aquel proceso reformista argentino. Valga mencionar tan sólo a Vícto Raúl Haya de la Torre (Perú), Germán Arciniegas (Colombia), Rómulo Betancourt (Venezuela), José Vasconcellos (México) y Juan José Arévalo (Guatemala).

Los postulados reformistas mantienen su vigencia aunque la realidad de la universidad, el país y el mundo es otra y exige además audacia, inteligencia, imaginación y decisión para  afrontar nuevos desafíos, teniendo siempre como Norte aquella sentencia del “Manifiesto Liminar” que surgió de la pluma brillante de Deodoro Roca: “los dolores que quedan son las libertades que faltan”.
 
Diego Barovero