Con dolor y verdadero sentimiento de pesar les comunico a mis compañeros, compañeras y todos aquellos que me leen que ayer partió definitivamente el queridísimo, a quien cariñosamente se lo conocía como el gordo, Raúl Baglini. Yo tuve el honor de frecuentarlo, porque compartimos algunas comisiones de estudio juntos y se fue creando, con el paso del tiempo, una estrecha amistad no solamente por compartir el ámbito parlamentario sino también porque compartíamos un claro sentido humanístico y profundamente respetuoso por los principios de bienestar que todo ser humano se merece: salud, trabajo, familia, buenos amigos y compañeros. Él era un afiliado a la Unión Cívica Radical y todos los que me conocen saben que yo milito desde el comienzo, sin saberlo y cuando tenía apenas catorce años hasta ahora que ya me he puesto grande, en el peronismo. Baglini era una de las espadas oratorias más significativas que tenía el oficialismo de entonces, no olvidar que el Presidente de la República era el Dr. Raúl Alfonsín, que reinauguró el ciclo democrático hecho pedazos por la feroz dictadura de la década del ´70, allá por un 10 de diciembre de 1983.
Baglini era un hombre, como se decía en su época, de bien, leal a sus ideas, pero respetuoso a las de otros. Eso me hizo valorarlo mucho porque las discusiones eran todas de muy buen nivel, no había agravio gratuito y mucho menos insultos cuando discutíamos sobre temas en los que disentíamos profundamente. Cada uno respetaba la palabra del otro. Allí transcurrieron veinte años de mi vida de los que, con el paso del tiempo, debo confesar que me enorgullece haberlos atravesado. Ayudamos los oficialistas y mucho los opositores a rescatar de nuevo el sistema institucional de la República, el valor de la Constitución Nacional y sus artículos eran aprendidos de memoria por los Legisladores. Había pocas mujeres aún, pero el radicalismo tenía algunas que sobresalían: Florentina Gómez Miranda quien nos pidió permiso para realizarle, en un aniversario de la muerte de Eva Perón, el homenaje en nombre de la Cámara de Diputados, cosa que le fue concebido por nuestro bloque y lo hizo de manera excelente. Pocas veces escuché decir tantas cosas bellas y conmovedoras de la figura de nuestra Evita de parte de una mujer opositora a nuestras ideas. Baglini tenía un estilo parecido, el del respeto a las ideas de los demás, particularmente de nuestro Movimiento.
Yo recuerdo y cuento esto simplemente como una anécdota para recordarlo en toda su dimensión. Se le otorgó una comisión para que él la presidiera, la comisión era de economía. La que funcionó bien durante el lapso en que él la presidió. Yo, sin querer, tuve un protagonismo inesperado. Todos saben que soy de Tres de Febrero, distrito querido, a quien tanto le debo y por el que tanto trabajé. En una oportunidad un empresario industrial importante en su época, Don Juan Zanella, me pidió una entrevista que rápidamente le concebí. Vino a verme a mi despacho con la cara de angustia y los ojos cargados de lágrimas hablándome en español cocoliche -no es esto una descalificación, por el contrario hacía un enorme esfuerzo por hablar el español pero le costaba, todavía tenía su idioma paterno traído de Italia- que voy a tratar de emularlo no para desprestigiarlo sino para rescatar y valorarlo a Don Juan Zanella. Me dijo: “Signore diputado, necesito de su ayuda”. Le pregunté: “Dígame, ¿en qué le puedo ser útil?”. Me respondió: “Estoy al borde de la quiebra, me ha fato pedazos, me han hecho pedazos la empresa. E tengo sesenta hombres para dar de baja de la misma y cerrarla. Estoy a borde de la quiebra. Necesito un crédito, lo he pedido en el Banco Provincia para poder superar este estato de crisis y no me lo han concedido. Me gustaría saber si usted puede hacer algo”. Le contesté que iba a hacer lo que estuviera a mi alcance y lo recordé a Baglini. Le dije: “Lo voy a plantear en la comisión de economía que él preside”. Cosa que hice con un pedido expreso para que me atendieran, ya que yo no formaba parte de esa comisión y el querido Raúl rápidamente me concedió el encuentro.
En el plenario de la comisión planteé la posibilidad de hacer formalmente un pedido de emergencia al Banco Provincia apoyando el pedido del crédito que venía solicitando Don Juan Zanella. Fue larga la discusión porque había quienes se oponían con el argumento de que si comenzábamos a dar ese tipo de apoyo habría una lluvia de pedidos similares, cuando realmente estábamos para eso. No había nada que fuera más importante para esa comisión, creada especialmente para tratar temas económicos y los ligados a ella, que era, en definitiva, lo que le ocurría a este empresario muy querido por la gente, que creo que ha partido hace mucho tiempo de esta tierra. Me enojé diciéndole precisamente esto que acabo de relatar y dije: “Si no estamos para ayudar, ¿para qué cuernos estamos acá?”.
Esto derivó en una dura discusión con un par de legisladores que no vale la pena recordar. El que puso en caja de nuevo el análisis del problema fue el propio Presidente de la comisión, vale decir, el diputado Baglini. Él fue quien tuvo un elogio para mi enojo. En lugar de llamarme la atención por el desborde, hizo una reflexión en voz baja: “Lorenzo, Lorenzo, una mano de hierro enfundada en un guante de gamuza”. Yo me sentí particularmente alagado. La metáfora era que había apretado muchísimo a la comisión con mis dichos, pero que lo había hecho con extrema suavidad.
En fin, salió el crédito luego de que la comisión realizara lo necesario ante las autoridades del Banco Provincia. Don Zanella salvó su fábrica, la que luego vendió, si mal no estoy informado, a una firma japonesa productora de motocicletas. ¿Por qué cuento esto? Porque los legisladores son naturalmente, y así lo señala la Constitución Nacional, representantes de nuestro pueblo, como por las provincias están los señores senadores.
Lo vamos a extrañar un montón al querido amigo que pensaba diferente en lo ideológico, pero que en lo humanístico teníamos las mismas ideas. Hago un ruego profundo al Señor, nuestro Dios, para que lo reciba en su seno y le otorgue lo que se ganó en vida: el respeto, la alta consideración, el cariño y el recuerdo de todos aquellos que tuvimos el honor y la gratificación de haberlo conocido. Querido Raúl, descansá en paz.
Lorenzo Pepe
Diputado Nacional (M.C.)
Secretario General del Instituto Nacional Juan Domingo Perón